El barrio de Santa Cruz está lleno de rincones curiosos, con historia y leyendas que los hacen aún más interesantes.
Uno de esos rincones es la calle de las Cruces. Ojo, «calle», y no «plaza». Te lo digo porque es posible que en algún sitio veas que se refieren a este lugar como la plaza de las Cruces.
Tendría sentido, porque la verdad es que en este tramo la calle se ensancha tanto que bien podría ser una plaza, sobre todo porque en el centro de esta parte más ancha se alza un calvario que le acaba de dar ese aire de plazoleta tan característico.
El calvario consiste en un conjunto monumental de tres columnas de piedra coronadas por cruces de hierro forjado, una representación de la crucifixión de Cristo rodeada por una reja que la separa del resto de la calle.
El curioso origen del nombre de la calle de las Cruces
¿Crees que son las cruces del calvario las que dan nombre a la calle?
En absoluto, y aquí viene otra curiosidad de la zona: el nombre de la calle no viene de ellas, sino de las dos cruces de madera que hay incrustadas en la fachada de una de las casas que hace esquina con Ximénez de Enciso. Y aún hay una tercera en la misma calle, pero algo más lejos.
¿Qué hacen tres cruces de madera encastradas en una pared? La explicación es muy sencilla y curiosa, ya que se trató de un ingenioso remedio de los vecinos para solucionar un problema de salubridad de la zona.
La historia cuenta que el barrio de Santa Cruz estaba lleno de tabernas en las que se reunía la gente de la época a beber y a pasarlo bien. Y a orinar en los callejones cercanos cuando era necesario. Algo que debía de pasar a menudo, ya que los vecinos se quejaban constantemente del mal olor que quedaba después.
Pero, a grandes males, grandes remedios, y algún vecino de la zona tuvo en el siglo XV una gran idea que acabó dando a la calle el nombre que conocemos: calle de las Cruces.
Porque, ¿qué tipo de persona haría sus necesidades en una zona sagrada? Los bebedores de la zona, desde luego, no.
Y es que, incrustando las cruces en la fachada, los vecinos «santificaron» la zona y resolvieron el problema, además de hacer que la calle fuera conocida como «calle de las Tres Cruces» o «calle de las Cruces Verdes», ya que en un primer momento estuvieron pintadas de ese color.
En 1868, el ayuntamiento prohibió mostrar símbolos religiosos de este tipo en las fachadas, así que las tres cruces fueron a parar al Hospital de los Venerables hasta que en los años 50 volvieron a adornar la calle a la que dieron nombre.
Cuando estés por la zona no dejes de visitar el patio andaluz de Ximénez de Enciso (en el número 30 de la calle que hace esquina con la fachada de las dos cruces), un típico patio sevillano, lleno de plantas y decorado con azulejos y que es visible casi desde la calle.
Y si te apetece comer o cenar de tapeo, el restaurante Santa Teresa o El Librero Tapas y Quesos son dos muy buenas opciones para degustar buenos productos de la tierra.